Evento de san valentin

Lo que desea el corazón
Esta es una historia de dos personas, que a pesar de todas las circunstancias sentían un gran amor el uno por el otro. Básicamente es una historia de amor, pero no es la historia normal que están acostumbrados a leer constantemente. Ciertamente tiene menos cursilerías y más torturas que las historias de amor normales. Primero, presentemos a los dos protagonistas de esta historia: El primero es Rei, un vampiro, hijo de vampiros, la sangre más pura que pueda encontrarse, y tiene un gran corazón. Es un pequeño dulce y amoroso, que ama la música y cantar, y es de esas pocas y valiosas personas en el mundo que verdaderamente le importan los sentimientos de otros, amén de ser tan adorable que podría causarte diabetes el solo verlo ni hablemos de escucharle cantar. El segundo protagonista de la historia es Sephiroth un chico tan simple que parece complicado. Al contrario que Rei nunca ha recibido amor o cariño de nadie en toda su vida, y tiene cierta tendencia a fingir que absolutamente todo le da igual incluso cosas tan trascendentales como ser encerrado horas y horas en una habitación, siendo torturado de cada forma imaginable e inimaginable posible, aunque también le gusta cantar, y en realidad es una persona muy sensible.
Nuestros dos protagonistas comparten a pesar de sus diferencias el amor por una cosa y no es el cabello de sephi (?) es el amor que se tienen el uno por el otro… a pesar de que Sephiroth es un esclavo de Alex, un vampiro sádico como el que más, un demonio salido de las mismas entrañas del infierno, y que tiene por saludable hobby torturar a sus esclavos con una cierta e inexplicable preferencia por Sephiroth. Y no es solo eso, sino que además es nada más y nada menos que el padre de Rei. La “madre” de Rei es un chico que solía ser humano, y uno de los juguetes de Alex pero por cosas del destino, Alex el sádico, el cruel vampiro, se enamoró del pequeño humano, y acabó convirtiéndolo el mismo en vampiro. Y con madre y padre del protagonista tenemos el cuadro familiar completo, porque no hace falta hablar de los padres de Sephiroth que probablemente estén muertos, ni del hermano de Alex, Aleister igual o peor que el propio Alex. Con esos personajes son suficientes para que se comprenda la trama y la situación en la que estaban envueltos, porque aquel era el primer día de San Valentín desde que ellos dos se habían conocido.
Era de noche, una noche brillante y estrellada y Sephiroth estaba parado debajo de la ventana del pequeño, haciendo lo posible para que Alex no pudiera verle o escucharle, pero al parecer lo hacía demasiado bien porque el pequeño pelinegro no se asomaba por ningún lugar, así que acabo lanzando una piedra a la ventana con la intención de causar un suave impacto en el cristal pero en vez de eso acabo rompiéndolo por completo, genial otra cosa de la que preocuparse
—... Es tarde… ¿Qué ocurre? ¿Te ha pasado algo Sephiroth? —Aunque nunca lo reconociera ni a sí mismo, cada día Rei temía que su padre se pasara con una de sus torturas y que el peli plateado viniera a él para acabar muriéndose en sus brazos una visión que había llenado sus peores pesadillas, pero estaba en pie y parecía bastante bien así que aquello le confundió un poco.
—Mañana… es día de San Valentín Rei, y pues… parece que en esos días las pasas con quien amas así que… ¿te gustaría que la pasáramos juntos? Podemos cantar, o hacer lo que desees y te prometo que haré que la pases bien—Sonrió, con cierta calidez en aquella sonrisa como si la que sintiera en su interior al estar con su pequeño se dejara ver por sus facciones, enrojeciendo un poco al vampirito, a pesar de que estaba acostumbrado a las atenciones del otro, a sus mimos y a como parecía que siempre lograba hacerlo sonreír y que se desvivía por evitarle cualquier dolor incluso si era a costa de los suyos propios, lo que no le gustaba tanto.
— ¿Nosotros? ¿Juntos Sephiroth?—Se sonrojó repentina y violentamente por aquello, pensando en salir simplemente bajo las estrellas y cantar juntos… solo pasarla bien los dos, sin presiones, tristezas ni culpas de ningún tipo. Incluso él que apenas tenía una vaga idea de lo que significaba San Valentín, sabía que aquello era de verdad importante, así que asintió con cierta timidez y encanto naturales en el que hicieron que Sephiroth subiera por la pared, y acabara colgado de su balcón, con sus platinos cabellos cayendo en cascada por su espalda mientras le iluminaba la luz de la luna, justo antes de que tomara su rostro y lo besará, profundamente, dándole todos sus sentimientos en aquel beso, apretando sus labios contra los contrarios y moviéndolos con lentitud para enseñarle, mejorando cada vez más la técnica del menor
—Te amo Rei… te estaré esperando, mañana en el parque…—Dijo el peli plata antes de dejarse caer en el piso, aterrizando impecablemente y marchándose de nuevo al interior de la casa, a la diminuta habitación que le había sido asignada cuando empezó a ser evidente que Alex no lo mataría y que necesitaría un lugar donde pasar la noche y descansar de las torturas del otro. En ella solo había una cama y un reproductor de música con unos enormes audífonos que le había dado Rei además de sus cepillos para el cabello y una camisa de Alex que debía remendar porque tenía un agujero, pero ese día además de aquello había algo... diferente… un cd de música con todas sus canciones favoritas cantadas por el White, incluyendo un par que según él mismo, Rei debía escuchar justo antes de dormir y una caja de chocolates en forma de corazón. Estaba feliz, muy ilusionado con pensar en el día de la mañana y lo que harían estando juntos. No era de sorprenderse, si resumimos el pasado de Sephiroth en una simple frase: Amado por nadie. Desde el momento de su creación o nacimiento como prefieran llamarlo en ciudad Spes había sido tratado como nada más que un soldado y se le había apartado de su madre y su padre para evitarle “distracciones emocionales” y luego de su llegada a Opícua como un esclavo, solo había tratado como basura por Alex, que le había hecho todo desde cortarle los dedos, arrancarle la piel y grabarle su runa de propiedad en el cuerpo. En toda su vida, Rei fue la única persona que le dio amor y cariño, todas las cosas que había necesitado siempre, y conmovió su corazón solo acostumbrado a los malos tratos. En esos momentos daría hasta su vida por él.
Cuando llegó el día siguiente, el White trato de escaparse llevando consigo el cd y la caja de chocolates. Contaba con que Alex decidiera pasar el día con Akito y dejarlo en paz para variar aunque fuera únicamente por el san Valentín, pero sus esperanzas se fueron al caño cuando sintió la presencia del vampiro y ese inconfundible olor a tabaco que lo seguía a todas partes. Sephiroth no lo sabía pero la razón de que el vampiro estuviera allí, en ese justo y preciso momento en vez de acompañar a su amado que dormía pacíficamente en la cama no era precisamente por una diversión de todos los días. Estaba auténtica y genuinamente cabreado y si había algo a lo que temer en este mundo era a la furia de Alex Delacroix. Un dato acerca de el: en contra de todas las predicciones amaba profundamente tanto a su pareja como a su pequeño hijo, y su insistencia en enseñarle los placeres de la tortura no era más que una forma de expresar su amor por el, y para Alex que su esclavo, su juguete, su perra, se tomara el atrevimiento de creerse igual a su hijo era algo que sencillamente debía ser castigado.
De modo, que aunque se lo esperaba, después de tantos años a su servicio, cuando el White fue llevado de los cabellos empezó a gritar y a retorcerse, valiéndole madres por una vez en la vida desordenarse el pelo porque sabía que Rei le esperaba
— ¿Y a ti que carajos te pasa? ¿Te las quieres dar de perra rebelde ahora o qué? —Le gritó el otro con una sonrisa inhumana llena de una serie de dientes afilados como puñales, mientras traía al chico a su célebre “cuarto de juegos” lleno de todo tipo de instrumentos de tortura, un lugar escalofriante solo comparable al averno o a uno de los círculos del infierno descritos por Dante en su Divina comedia
—Debo…ver…—Antes de que siquiera terminara la frase recibí un fuerte puntapié, rompiendo el cd que cargaba debajo de sus ropas el que tanto se había empeñado en hacer para su querido Rei… y por una vez, antes de que le hicieran nada, trató de escapar, corriendo a la puerta intento que fue impedido por un vampiro ligeramente sorprendido ante la recién encontrada rebeldía de su esclavo
—Que tenemos aquí… ¿te quieres escapar? ¿Solo porque te crees lo suficiente para estar con MI hijo perra de ***? —Estaba verdaderamente cabreado, pero en vez de planificarle una tortura que duraría horas, e incluso días y que acabaría con la muerte del peli plata simplemente lo golpeó una y otra vez, mientras su víctima comenzaba a sangrar. ¿La razón? Incluso en aquel momento, no hacía más que pensar en Akito, al que había dejado en la cama, en aquella pose inocente a la vez que sensual, totalmente desnudo y cubriéndose a medias con las sábanas. Así que se guardó el acabar con el White para después, encerrándolo en uno de sus aparatos de tortura preferidos: una doncella de hierro, que clavó sus afiladas puntas en el pecho del peli plata, robándole el aliento, y haciéndole sentir un terrible dolor, mientras comenzaba a ahogarse en su propia sangre, no asustado por el dolor o la perspectiva de la muerte sino porque su amado, su vampirito, su pequeño le esperaba…Y la sola idea de que pensara que le había abandonado era insoportable.
Lentamente, comenzaron los estertores y temblores de su cuerpo agonizante al perder sangre, y cuando creyó que estaba a punto de morir la doncella se abrió… dejando paso a unas manos amigables, que le sacaron de allí y curaron lo mejor que pudieron aquellas mortales heridas, ofreciéndole algo para que comiera, pero todo era confuso y borroso… hasta que, finalmente cuando empezó a volver en sí, a pesar de que aún estaba débil, reconoció el rostro de Akito… con el que apenas había intercambiado un par de palabras en su vida
— ¿…estás bien cierto? —Aquel chico transmitía la misma inocencia y ternura que Rei, haciendo que su recuerdo volviera a él, haciendo que se levantara con esfuerzo sorprendiendo al neófito que no esperaba que ni siquiera pudiera respirar mucho menos moverse
—Rei…me está esperando…—Sin mediar palabra, aceptó las vendas, tratando de limpiarse… y lentamente, agonizando y sufriendo por cada respiración, salió de la casa, tomando una rosa blanca en el camino para dársela a su amado, arrastrándose en varias partes del camino hasta el parque, guiado únicamente por los deseos de su corazón… su corazón, que con cada latido ansiaba la compañía de Rei. De modo, que cuando hubo llegado, el vampirito olió a distancia la sangre que le cubría y corrió con las orbes doradas llenas de lagrimas, justo a tiempo para detenerlo antes de que cayera al suelo y se desmayara…
— ¡Eres un idiota! ¿Por qué haces esto? —Las heridas del otro comenzaban a sanar, y el pequeño tomó entre lágrimas la rosa que le había traído Sephiroth ahora roja por la sangre… sabía lo que le había ocurrido. O al menos lo intuía de la misma forma que intuía que su madre le había salvado. Continuó llorando, aferrado a él hasta que le limpió las lagrimas, aún débil ciertamente pero aún así no soportaba llorar
—Lo siento… he llegado tarde…—Le sonrió, limpiándose la sangre, y viendo que el pelinegro tenía entre sus manos, aquella rosa que se había vuelto roja por la sangre, por la intensidad de su amor…—Ni siquiera te he podido traer un regalo que valga la pena…
—Solo…solo me importa que estés bien…—Rei dejó de llorar porque sabía que al peli plata no le gustaba verle triste en ningún momento, y en vez de eso tomó sus largos cabellos plateados y los ató con un hermoso broche…su regalo de San Valentín…—solo quería que vinieras tu, no me importa ningún regalo, solo quiero que estés conmigo… no quiero verte sufrir más, ni que la pases mal solo quiero que estés a mi lado
—Te amo…—Sephiroth se sentó, tomó el rostro del menor y besó sus labios con suavidad en aquella hermosa noche bajo las estrellas, cuando logró evitar a la misma muerte, únicamente por la fuerza de su amor…

Por los deseos de su corazón.